La COVID-19

Tanto mi hijo con discapacidad, como yo, somos socios de CTQ.
Hasta hace poco más de un año, él disfrutaba de los beneficios que aportaban todas las actividades que con esmero se preparaban para las personas de dicha asociación.
Martes y viernes eran sus días preferidos, estaban reservados para el taller de manualidades uno y el encuentro con voluntarios otro. En ellos, todas las personas que lo integran, regalaban su tiempo para hacerles pasar una tarde entretenida y diferente. Allí, reían, jugaban, charlaban, veían películas, organizaban charlas, juegos, meriendas en el parque… Tantas cosas, que me hicieron entender el por qué, hasta en los peores días de lluvia, mi hijo no quería dejar de ir. Eran sus días de diversión, de relax, de compartir.
En marzo del 2020, todas las puertas se cerraron, nos quedamos sin ese aire fresco que suponía mantener el contacto con esas tan esperadas salidas. Llegó la incertidumbre, las mil precauciones, la prudencia y en no pocas ocasiones hasta el miedo, el estar en casa tanto tiempo nos había obligado a agudizar el ingenio y cómo no también la paciencia.
Si para todos era difícil, para nosotros como padres era aun más, nuestro hijo necesitaba más atención aún si cabe que antes, contamos para ello con la ayuda de la asociación, que se amoldó a ésta nueva situación. La Junta Directiva organizó reuniones mensuales online, donde se acordaron realizar actividades que ellos realizarían en casa y luego compartirían mediante los grupos de Whatsapp. Más tarde llegaron las videollamadas. Ver las caras de sus compañeros es lo que más gustaba a mi hijo. La monitora, Anabel, hacía cábalas para tenerlos entretenidos y bien que lo conseguía.
Así iban pasando los días en los que hubo algún que otro susto de contagio con algún socio, gracias a Dios sin consecuencias importantes. Intentábamos amenizar cada día, cada tarde, con algo que nos hiciera romper la monotonía del confinamiento.
Hoy, sin embargo, parece que las vacunas poco a poco van normalizando la vida, con la esperanza de que pronto puedan compartir sus vivencias de una manera presencial.
Creo que si todo esto ha servido para algo es para salir más ilusionados y con ganas de crearles a nuestros hijos, hermanos y familiares de nuestra asociación, un mundo aún mejor.